Tras un análisis exhaustivo de los hechos denunciados, califica las conductas como "acoso sexual del profesorado hacia los estudiantes", destacando que "produce consecuencias psicológicas y emocionales que limitan el aprovechamiento académico y obstruyen la [vida de los alumnos]". Señala que el acoso sexual en contextos educativos impide la igualdad y el desarrollo de la víctima, es un abuso de poder, y que el "consentimiento mutuo" es imposible dada la dinámica de poder entre profesor y alumno. Concluye que intentar seducir a una alumna, elogiar su cuerpo o invadir su espacio físico "puede considerarse violencia, intimidación, acoso o abuso de poder". Además, "aprovechar su condición de profesor y de miembro del equipo directivo para satisfacer su ego o su supuesta superioridad por razón de su sexo, es del todo inaceptable".